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domingo, 21 de febrero de 2016

LA MUERTE NO ES EL FINAL




- “Señor Peláez. Sabemos que está allí. Abra la puerta”.

Los golpes de la policía sobre puerta del piso resuenan en mi cabeza. Después, una pausa entre murmullos presagia el fatal desenlace. Los ojos de los vecinos se asoman tras las mirillas en la penumbra de la escalera y sus oídos; con el fonendoscopio pegado al delgado tabique, auscultan la situación con el corazón tan en vilo como cuando en la televisión emiten Gran Hermano. Otro desahucio en medio de la gran crisis. ¿Quién será el siguiente?  Nunca pensé que ese podría ser yo. Toda la vida trabajando para verme al final en esta situación.  Después de haber pagado quince años de los veinte de la hipoteca del piso, me echarán a la calle como a un perro. El piso lo venderán por una miseria a un subastero  gordo que fuma un puro, lleva una camiseta de tirantes sudada y  una cadena de oro anudada al cuello y yo lo veré desde la calle mientras se aleja en su Ferrari a toda prisa. Pero allí no acaba la historia.  La subasta no cubrirá mi deuda y todavía deberé dinero al banco. Serán los dueños de mi vida. Siempre lo fueron, pero al menos antes tenía un techo que creía mío. Me convertiré en un esclavo del mundo moderno, en un proscrito  condenado a vagar por las calles con el salario embargado de por vida.

 El silencio se ha roto.  Los chirridos de la cerradura, forzada con desdén por el cerrajero,  emiten una sinfonía dodecafónica que produce dentera. Es hora de acabar con todo. La gasolina que robé anoche ya cubre el suelo de parquet del salón. Me preocupo por dejar todo bien empapado: cada mueble, cada mesa, cada alfombra… Finalmente, enciendo un cigarrillo con mi pequeño zippo mientras la cacofonía del cerrajero deja de sonar y la puerta de la calle se abre.

-         ¡Malditos cabrones! ¡Sólo tendréis las cenizas de mi vida!.

Una barrera de llamas me aísla del retén de policía, del cerrajero de mono azul, del  señor de gafas con carpeta en la mano, de la portera que simula barrer la escalera y de los vecinos estirando los cuellos como serpientes a través de las puertas entreabiertas de sus pisos. Al contemplarlos  me viene a la mente la idea de que el infierno está tras esas llamas y yo debo acabar.

Miro hacia atrás y por un instante una alucinación se apodera de mí: me veo ascendiendo en medio de una nube de cristales desde el patio hasta cruzar el ventanal de la terraza. Una fría ráfaga de viento me atraviesa como un escalofrío . Los cristales fragmentados que  ascendieron junto a mí  van colocándose uno tras otro, en perfecto orden hasta restaurar la transparencia del vidrio. He visto mi futuro. Es hora de emprender el vuelo.

La caída resulta interminable. Por fin llego al suelo. Mi cuerpo se estampa pero el alma rebota. Contemplo desde el aire mis restos destrozados en medio de un charco de sangre mientras el mundo se nubla como si fuera de noche, dejando al descubierto un vórtice luminoso, como una cueva con paredes de luz que me absorbe hacia su interior. Al fondo aguardan dos grandes puertas doradas erguidas sobre nubes de algodón  en medio de un fulgor  azul. Don Eustaquio, el cura de mi pueblo,  hombre encorvado de manos retorcidas como sarmientos, me espera vestido con túnica blanca junto a una de las puertas. Hace ya unos años que abandonó el mundo de los vivos. Todavía recuerdo los capones y tarascadas que me propinaba cuando era niño, pero no le guardo rencor.

-         Lo siento, hijo, pero no puedes pasar.. ¿Es que no te he enseñado nada? Aquí no admitimos a los suicidas. De modo que... Hala. Arreando por donde has venido.


-         Pero Don Eustaquio. No puedo volver. Mi cuerpo está destrozado....
-          
-         Bahbahbah.... ¡Excusas!. Busca otro cuerpo y reencárnate o si no, vete al infierno.


De pronto, el cielo desapareció y nuevamente me encontré en una cueva, sólo que esta vez sus paredes estaban hechas de carne sanguinolenta. Me muevo como un pez en el seno de un líquido amarillento intentando buscar una salida y finalmente hallo una luz al final del túnel. Un doctor con guantes, gorro, mascarilla y bata verde me extrae de la cueva con cierta violencia. El dolor me hace llorar.


Y después... la vida en un instante. Pequeñas instantáneas de mi nueva existencia: Mi primer día en el colegio, mi bicicleta, mi boda, mi divorcio, el baile... Las luces del estroboscopio girando sin piedad frente a mis ojos, encendiéndose y apagándose en un ritmo cadencioso y destellante. Gente bailando en la discoteca  entre  flashes de luz en medio de una sucesión de imágenes que retroceden en el tiempo. Una azul golpea sin descanso mi retina, arrancando de los nervios ópticos una pila de imágenes grabadas en mi memoria mientras el sabor agrio de un cóctel farmacológico, suministrado vía intravenosa, invade mi garganta abriéndose paso hasta el cerebro a través de la carótida.


 Finalmente, las luces se detienen. Me encuentro atado en una especie de silla de dentista, en una habitación de paredes blancas y lisas con un hombrecillo miope  vestido de negro que me mira con fijeza.


-         ¿Señor Peláez?

-         ¿Siii?

-         Permítame que me presente. Soy Gutiérrez, del Banco Financiero de Inversiones. Usted firmó esta hipoteca en su anterior vida. ¿Lo recuerda ahora?. Como podrá comprobar en la cláusula quince, su alma nos pertenece hasta la totalidad del pago del préstamo otorgado más los intereses de aplazamiento, que esperamos poder cobrar en su actual reencarnación. ¿O acaso pensaba que se iba a largar de rositas sin pagar?

sábado, 20 de febrero de 2016

INCUBUS




Los arcanos se han despertado. La sangre de mis venas vertida sobre sus bocas, fluyendo a través de la fría piedra, ha hecho su efecto. Solo es cuestión de días que recuperen sus fuerzas perdidas. La sangre les da poder. Regenera sus tejidos. Permite que la seca telaraña que compone sus vísceras deshidratadas se empape hasta formar músculos, tanto más poderosos cuanto mayor es la avidez que el ayuno genera.

Ya no son los dueños. Una nueva especie, surgida del abismo, ocupa el trono: la cúspide de la cadena alimentaria de la sangre. Los fuegos del infierno devoran su alma en el deseo más intenso. Un deseo que puede ser objeto de culto, por medio de la magia, o por el contrario puede adueñarse del corazón de un hombre volviéndolo codicioso por la belleza, por los labios más sensuales, los pechos más turgentes o el vello púbico diferente, bien por su rizado afrodisiaco, por su barbilampiña candidez o por el agreste sabor del trigo en el estío, pues tras el florido campo se oculta la tierra húmeda, la vagina que ha de ser labrada, arada, penetrada y trabajada hasta que el hijo de la naturaleza sea expulsado de su fértil vientre. Lo sé porque yo soy su padre, fruto y árbol de la semilla germinada.

Largas son las noches de verano en las que el aliento cálido del mar exhala a través de las ventanas de mujeres hermosas, sudorosas, durmiendo desnudas sin apenas una hoja de parra con la que cubrir sus pieles, un sueño húmedo con el corazón  desbocado como yegua montada sin descanso en pos del amanecer. Son esos momentos de silencio nocturno, acompasado por el canto de grillos y cigarras, los que yo aprovecho para mis galopadas nocturnas. Me descuelgo entre la niebla como una muselina vaporosa hasta el lecho femenino agitado por las olas del sueño y la pasión. Después, ellas sienten mi presencia como si una estrella viniera a visitarlas en la noche cayendo del cielo. Sus muslos se abren para mí y la fiebre de los sentidos se apodera de ambos en un anhelo sin límite, hasta que los nenúfares florecen en el rincón más íntimo.

Después sobreviene la muerte. Y con ella, la vida; la de un nuevo retoño fruto de un sueño húmedo e inexplicable; el hijo de un padre sin cuerpo, un fantasma entre la tierra y el cielo. Un vampiro.

 Cuántos hijos habré tenido que no llegaron a discernir más allá de sus orejas; bestias de carga con un solo propósito en la vida: el matadero. Pero este es diferente. Desde que era pequeño le acompañó una visión de la vida más allá de las consideraciones materiales, hasta llegar a lo oculto. Ello le hizo interesante, a la par que peligroso. Durante años seguí su peregrinar, oculto tras el pellejo de un vagabundo. Al poco, la magia afloró en él.  Primero fueron pequeños milagros, como convertir agua en vino tras verter una gota de su sangre. Después, al descubrir en el más árido de los desiertos la interminable sed que se escondía tras su espíritu, aprendió a reanimar a los muertos ingiriendo de un trago su sangre marchita. Pero todo ello no es nada en comparación a cuando decidió compartir sus secretos, mezclando en un cáliz el vino con su propia sangre y ofreciendo a sus discípulos la bebida resultante: el rito vampírico en su más pura esencia. Con ello puso en juego nuestra existencia, la eternidad que nos acompaña, el vínculo de la sangre con nuestras presas y nuestra inmortalidad, para redimir a unos seres perturbados e irracionales con la frivolidad de quien entrega margaritas a los cerdos.

No puedo matarle. Es mi hijo. Por ello esta noche, cuando la ocasión era propicia para arrancarle la vida de una dentellada, en el silencio del olivar, me he limitado a besarlo. Pero vosotros, arcanos, despertados de vuestro sueño milenario con esta sangre que brota de mis venas seccionadas no tendréis piedad. Saciareis vuestra sed muy pronto, ya que como reo fue apresado y vosotros sois los jueces que habréis de juzgarlo.

martes, 16 de febrero de 2016

ASESINATO EN AZUL





Las puertas de la mansión gris permanecieron abiertas todo el día por los funerales del marqués. Lo habían encontrado muerto en el salón de fiestas, sentado en el sofá junto a la chimenea y ataviado tan solo con sus botas de jinete y una bauta de porcelana blanca ocultándole el rostro. El rigor mortis ya era patente cuando la policía acudió al lugar y parecía haberse ensañado especialmente con una parte de la anatomía, pues la erección que mostraba era tal que, al ataviar al difunto con su último traje, el funerario optó por dejar la bragueta abierta al resultarle del todo imposible el cierre de la cremallera. Para subsanarlo, colocó estratégicamente un ramo de crisantemos entre las manos macilentas y amarillas que venían a juntarse más abajo del pecho, pero tras la visita de un amante de lo ajeno que se encaprichó del ramo para un requiebro, afloró en el difunto un capullo grisáceo ciertamente inquietante que intentaron ocultar cerrando la tapa inferior del ataúd. Al empujar, la verga hizo palanca y el cuerpo se reclinó abisagrándose y  sembrando el terror entre los asistentes al velatorio. Los alaridos de las plañideras  terminaron alertando al personal de la morgue que acudió raudo al griterío, pero el prepucio del marqués había quedado atascado en el interior del acolchado, por lo que de nada sirvieron los empellones y hubo de emplearse una barra de uña para el descorche. Ante el dilema de socavar la tapa del ataúd o cercenar el pene del cadáver, se optó por la primera opción, por respeto al difunto y contraviniendo las instrucciones de la viuda.

 Doña Abelarda, Marquesa de Mendoza, se acercó al féretro junto a la cohorte de negras brujas que la orbitaban entre plañidos y reclinándose sobre el cuerpo de su marido, le escupió a la cara con una sonrisa de hiena: “Por fin voy a saber exactamente dónde andas, querido” .Después dedicó una gélida mirada a Sandra, la joven intrusa que, ataviada con un vestido ceñido cuya minúscula falda permitía exhibir el final de las medias contrastando con la palidez de sus muslos, lloraba desconsoladamente junto al difunto. Se había teñido el pelo de rosa, con un cardado que resaltaba su delgadez  adolescente hasta el punto de parecer un personaje de cómic  manga. La visión de su figura felina sentada junto al ataúd era  blanco de  lascivia masculina y de las lenguas  murmuradoras que arropaban a la viuda entre salmos y rosarios acompañados de té y pastas aromatizadas por el frescor floral de las esquelas.

El llanto de Sandra por su amado marqués parecía no tener fin. ¡Mal había acabado esa subasta suya de internet por la virginidad!, tesoro incalculable que el adinerado marqués se había adjudicado pujando a justiprecio. –¡Todo un marqués! – exclamó cuando se enteró de la identidad del adjudicatario, pero cuando llegó el momento de cerrar el trato, con ese frío de cojones que hacía en el salón de la mansión, el miembro del marqués sobre los pantalones a media asta no se inmutaba ante su pudoroso desnudo adolescente, escondiéndose bajo los pliegues de la carne como un caracol en su concha.

Desafortunadamente, Sandra no era de las que se rendían fácilmente. Venía preparada ante el miedo escénico, vacunada contra el terror al fracaso en aquel primer encuentro sexual que habría de recordar para siempre. Para ello había acudido previamente a unas clases privadas que impartía su hermana Matilda, Escort de profesión y apasionada por el bondage. Ya se sabía que los marqueses eran algo raritos, que les gustaba eso del látigo y beber sangre. De modo que, mientras el marqués se afanaba en encender la chimenea, ella se atavió de odalisca enmascarada y  preparó un brindis en honor a Baco junto al fuego, con un cáliz de néctar y ambrosía al que añadió doce pastillas azules.

El marqués, semidesnudo, se prestó a la mascarada ocultando su rostro tras una   Bauta  amarfilada de anchas narices y grotesca boca picuda que le proporcionaba un cierto aspecto cavernícola mientras Sandra hacía sonar un CD en el equipo del salón sonriendo seductoramente.

-          Te llamaré mi troglodita. Mi troglodita peludo. Estoy a tu disposición para lo que gustes. ¿Quieres verme bailar?.

Sandra se alejó unos pasos y comenzó cimbrear sus caderas, agachándose y abriendo los muslos con las manos sobre las rodillas. Dos pezones rosados, desafiantes tras una telaraña de oro y gemas brillantes se alzaron sin asomo de flaqueza sobre la redondez de unos senos de ninfa, desafiando a la gravedad. El vientre se meció descubierto, adornado con una perla solitaria destellando en el ombligo, desnudo hasta los dominios de Venus, donde un cinturón dorado atrapaba de modo imposible una vaporosa falda de seda rodeada de pañuelos. Las pulseras de los brazos tintineaban metálicamente, mecidas por el ritmo de la danza mientras uno a uno, los pañuelos iban desapareciendo. Después llegó la espada. El filo de la hoja descansó sobre su brazo derecho, en perfecto equilibrio, respetando la carne como si de lugar sagrado se tratara. La lanzó al aire, recogiéndola desde el suelo entre los muslos y esgrimiéndola en círculos sobre la cabeza con la habilidad de un consumado espadachín. Su lengua recorrió la reluciente hoja y comenzó a hacer el amor con ella. Las manos, la carne, la piel entera parecían apartarse ante la dureza del metal y no obstante, lo dominaban, lo acariciaban envolviéndolo como agua y convirtiéndolo en instrumento de placer.

Al terminar la danza, todo vestigio de tela había desaparecido del cuerpo virginal de Sandra. Se acercó al marqués impulsada por sus piernas interminables, blancas como la nieve, hasta que la bauta colisionó en el frondoso valle donde las almas se perdían. El marqués exhibía una gloriosa sonrisa de triunfo, con un pequeño reguero de baba azul surgiendo de la comisura de los labios. Sandra se arrodilló a los pies del marqués y orgullosamente comprobó el fruto de sus esfuerzos: un inconmensurable brote verde que sin dudarlo se llevó a la boca. Fue entonces cuando advirtió que el marqués no tenía pulso.


El comisario Cornelio no albergaba la menor duda. Las pistas que aguardaban en comisaría apuntaban a una sola dirección:  fue ella. Al final tenía que ser una mujer. Son siempre ellas las que suelen liarlo todo, hasta el punto sin retorno en que el mundo se derrumba a tu alrededor dejándote frente a la montaña de ruinas que alguna vez fue tu vida. Sidenafil, decían unos. Tadafil, decían otros. Asesinato, decía la policía. Qué importaba ya. Al final, el frondoso árbol que otrora fuera el marqués había caído, víctima de una solicitud excesiva, y de la madera seca, con el mástil erguido, navegaba surcando los vientos del mas allá un velero renacido.


Por fin llegaron los barítonos del orfeón de Moratalaz, compañeros cofrades del marqués, ataviados con smoking negro. Tras una reverencia al difunto, la tapa del ataúd fue cerrada y el féretro izado a hombros por la cofradía  para su traslado al camposanto familiar de la mansión. La viuda y la joven Sandra  encabezaron el cortejo de las mujeres, caminando juntas tras el cadáver. Sandra no paraba de llorar, hasta conmover a la fría marquesa que de vez en cuanto  la miraba apretando los labios pensando: “¡Ayyyy... Tan joven y ya asesina!”.

-          Anda y suénate, chiquilla, que pareces una fuente – exclamó la marquesa alargando un pañuelo a la joven. - ¿Tanto querías a mi marido?
-          Noooo... Si yo no le quería.
-          ¿Entonces, por qué lloras?
-          ¡¡Porque aún soy virgen!!

Un silencio incómodo se apoderó del momento, prolongándose hasta que toda la comitiva estuvo reunida al pié de la fosa. Fue entonces cuando  Doña Abelarda sonrió a Sandra, abrió su bolso y extrajo de él una bolsa en la que guardaba cuatro cajas de Cialis vacías.

-          Este medicamento lo tomaba mi marido. No sé por qué lo he guardado, pero sin duda, la policía hallará aquí sus huellas y el caso de asesinato se resolverá con un suicidio.

Y mientras las graves voces de la cofradía se unían bajo el cielo para acompañar al ilustre ciudadano en su último viaje, las dos mujeres se besaban en los labios apasionadamente. ¡Cuánto amor había dejado el Marqués!. No pudieron evitar derramar sobre el féretro una lágrima que habría de brotar en primavera, junto con una inusitada actividad de capullos azules. ¡Así mueren los héroes! ¡Cumpliendo con su deber! ¡Con las botas puestas como el general Custer!.

domingo, 14 de febrero de 2016

EL RELOJ




De: Francisco Corripio Gutierrez: fcorripio@yahoo.es
A: Power watch corporation: reclamaciones@pwatch.com
Estimado Sr:
Me dirijo a Vd. Como propietario de un reloj digital Watch Premium one, el cual dejó de funcionar el pasado 5 de enero a las 14,14 h.
En virtud de los términos de garantía contractual de 5 años, ruego me indiquen la dirección del servicio técnico más cercano para proceder al envío del material averiado.
Sin otro particular, reciba un cordial saludo:
Fdo. Francisco Corripio.
…………………………………….
De: Power watch corporation: reclamaciones@pwatch.com
Francisco Corripio Gutierrez: fcorripio@yahoo.es              

Estimado Sr. Corripio:
Tomamos nota de su reclamación, si bien le indicamos que no será posible efectuar la reparación en garantía, ya que, como es sabido, a las 14,15 horas del pasado 15 de enero se produjo una conjunción astral que ocasionó la activación de las facultades horarias del dispositivo en una dimensión espacio-temporal paralela. Dado que, según los términos del contrato, no puede utilizarse el Watch Premium one en más de una realidad, y técnicamente se encuentra operativo, el uso  en  coordenadas espacio-temporales alternativas queda sujeto a suplemento, independientemente de las disotopías que tal hecho pueda producir.
Atentamente:
Power watch corporation
Departamento de reclamaciones
……………………………………
De: Francisco Corripio Gutierrez: fcorripio@yahoo.es
A: Power watch corporation: reclamaciones@pwatch.com

Estimado Señor del Departamento de Reclamaciones (Comoquiera que se llame).
Lo de la disotopía temporal lo entiendo perfectamente, puesto que últimamente llego tarde todos los días al trabajo, no sé si a consecuencia de un fluir intradimensional del tejido temporal o a que no me funciona el jodido despertador. El que parece no entenderlo es mi jefe. De cualquier forma, le indico que a través de la web frikipédica de Ganímedes-Raticulin he sido informado de que el reloj a cuya conexión intradimensional cuántica se refirió en el anterior email, tampoco funciona. No solo eso: el paro simultáneo de ambos relojes a las 14,14 horas del pasado 5 de enero, unido a que mi otro yo transdimensional llevó el susodicho reloj digital Watch Premium one a la oficina, ha ocasionado que mi otro yo y mis compañeros de trabajo nos encontremos bajo los efectos de una singularidad conocida como “burbuja temporal”, según la cual siempre falta un minuto para la hora del almuerzo. No se pueden hacer idea del enorme cabreo que tienen. En principio, el supervisor no les dejaba salir y se limitaban a contemplar por las ventanas a las locomotoras voladoras completamente inmóviles, con el humo que salía de sus chimeneas congelado en el cielo. (Como sin duda habrá adivinado, se trata de una realidad alternativa de la variedad Steampunk). Finalmente, el supervisor también se hartó de la dichosa burbuja y permitió por una sola vez que los empleados abandonaran el puesto de trabajo un minuto antes, lo cual aprovecharon para visitar a su honorable fábrica y prenderle fuego junto con el reloj averiado, independientemente de las disotopías que se puedan producir. En cualquier caso, una vez desaparecido el reloj de la otra realidad alternativa, espero se dignen a proporcionarme la dirección de su servicio técnico para efectuar la reparación en garantía.
Sin otro particular y deseándole paz, salud y prosperidad, se despide de Vds.
Fdo: Francisco Corripio.  

sábado, 13 de febrero de 2016

LA CRIATURA DE OTRO MUNDO




Dos mundos enfrentados
El mensaje, captado desde un radiotelescopio, procedía del mismo centro de la Vía Láctea. Había llegado encriptado  con tal complejidad que las últimas generaciones de ordenadores cuánticos apenas eran capaces de analizarlo por carecer de una clave con la que establecer patrones, pero finalmente, tras meses de combinaciones, el ordenador halló una solución coherente que adoptó la forma de  espirales surgiendo del caos. Se trataba sin duda de secuencias ADN encadenadas en un genoma. La firma indiscutible de la vida.

La noticia causó un revuelo sin precedentes en la comunidad científica. La voz de una raza extraterrestre inteligente había conseguido  transmitir a años luz de distancia la semilla de su especie. Aun así era necesario reproducir esa información y plasmarla en un polímero orgánico, por lo que las más prestigiosas universidades de todo el mundo se pusieron en marcha, destinando inmensas cantidades de dinero  para reproducir  el genoma.

  El estado de la técnica humana  estaba aún en pañales con relación al emisor alienígena y los fracasos iniciales se sucedieron, pero finalmente el prestigioso laboratorio  de Resonancia Magnética Nuclear de la Ciudad de la Luz consiguió generar un núcleo en una esfera acuosa  donde se inocularon las enzimas y nutrientes necesarios para procesar las espirales ADN y conseguir el nacimiento del ser.

El desarrollo de la criatura fue extremadamente rápido, hasta el punto de disparar todas las alarmas de alerta alienígena y motivar la presencia de cascos azules que, armados hasta los dientes, fueron desplegados sobre las instalaciones mediante helicópteros de combate para mantener el orden y alejar a una  multitud vociferante de fanáticos del fin del mundo que rodeaba la zona.
 Para zanjar cualquier polémica sobre el  alien, Los gobiernos tomaron el control y decretaron silencio informativo, mientras el responsable de los laboratorios, doctor Enzo Cazzamani, convocaba una cumbre en la que mostraría a la comunidad científica y delegados de todo el mundo el semblante de la criatura.

El doctor Cazzamani llegó al laboratorio en su automovil, atravesando una masa humana que le impedía el paso. Las fuerzas de orden se emplearon a fondo para detener a la multitud. El hall del laboratorio se hallaba repleto de periodistas y curiosos que aguardaban una oportunidad para transmitir la primicia, pero dos policías apostados en la puerta de la sala de juntas impedía el acceso. Enzo se acreditó y los guardas le permitieron el paso. En el interior  aguardaba el presidente del gobierno, dos asesores y un reducido grupo de representantes de la comunidad científica. 
La sala de juntas se encontraba en penumbra, con los asistentes mudos de expectación contemplando una gran pecera en oscuridad que servía como hábitat del experimento. El doctor Enzo alcanzó la tribuna y anunció el descubrimiento a los asistentes:

-          Señores: les presento al fruto de nuestro trabajo: ¡La criatura de otro mundo!

 Lentamente, la luz en el interior de la pecera se incrementó y de la sombra surgió un pequeño ser translúcido de largas antenas y negros ojos  que nadó hasta alcanzar el cristal que le separaba de los concurrentes donde quedó observando con curiosidad.

Un murmullo de sorpresa se extendió por la sala ante la aparición.

-          Interesante. – exclamó el exobiólogo Alex Norton  - Sin duda, es un magnífico ejemplar de Aristeus. Incluso añadiría que se asemeja bastante al biotipo Antennatus. ¿No les parece?

Los asistentes observaron con incredulidad a la pecera mientras el Doctor Enzo tomaba la palabra triunfante.

-          Efectivamente, Alex. Una paradoja impresionante, ¿verdad?.  ¿No recuerdan el reciente hallazgo de la NASA en la Antártida, donde se halló un espécimen de Aristeus bajo una capa de hielo de 200 m de profundidad, un lugar donde no debería existir la vida?. Este hallazgo puede cambiar totalmente nuestra concepción sobre exobiología.  Entornos como las lunas Europa o Encelado, con un océano salino oculto bajo kilómetros de hielo, podían ser un nido de estos seres, con capacidad  de desarrollar civilizaciones con una tecnología superior a la nuestra.

-          Una teoría sugerente, doctor – respondió el exobiólogo. – Siempre he pensado que nosotros, la raza humana, somos una rareza extrema del universo. Para la evolución humana ha sido necesario el desarrollo de un entorno selectivo y delicado. Los Aristeus, sin embargo, son supervivientes natos. Habitan en las más profundas simas del planeta junto a fumarolas volcánicas, en las cuevas más oscuras y también bajo kilómetros de hielo, por lo que no es descabellado pensar que pueden también poblar este tipo de planetas…

El presidente susurró unas palabras al oído de su asistente, el cual se levantó dirigiéndose sonriente al estrado.
-          Damas y caballeros: el presidente desea repasar con el equipo científico algunos aspectos importantes. Les ruego pasen al Buffet. Muchas gracias.

Enzo y el exobiólogo quedaron a solas con el presidente. Este, carraspeando, tomó la palabra:

-          A ver si lo he entendido. ¿Ha dicho usted Aristeus Natus?
-          Antenatus
-          Pues a mí me parece una gamba.
-          Bueno… Técnicamente.. es una gamba, si.
-          Una gamba carísima.
-          Efectivamente, la apariencia del ser es muy poco amenazadora, pero como científicos, no podemos ignorar la evidencia.
-          ¿Y qué nos impide pensar que ustedes han puesto ahí esa gamba para llenarse los bolsillos?. ¿Nos toman por imbéciles?
-          Por favor, señor. Es ofensivo…
-          Por lo menos, podían haber puesto en la pecera un pulpo, con tentáculos en la cabeza y cara de alienígena cabreado. Después de unas cuantas copas en el buffet, igual hasta se lo creían, pero esto de la gamba no hay quien se lo trague.
-          No pensará en serio que un grupo de científicos de prestigio como los de esta universidad se iban a prestar a semejante cambalache. Le puedo asegurar que la criatura de la pecera responde al resultado del experimento, sin alteración ninguna.
-          Mire, hijo. Como dijo el sabio, a mí no me cabe por el culo ni un pelo de ese bicho de la pecera. Por lo que respecta a los experimentos, mejor hacerlos con gaseosa. Además, yo ya he visto de todo en este país, incluso camaradas de toda la vida mintiendo con tal convicción que pondrían en el fuego la mano de su madre. ¿Qué es más probable? ¿Qué una criatura extraterrestre haya cruzado el espacio sideral o que dos golfos se hayan embolsado un presupuesto millonario y nos quieran colocar una gamba de Denia?.
-          Bueno, efectivamente, la navaja de Ockham…
-          Y para colmo, dentro de un mes tenemos elecciones. Por mucho interés científico que pueda tener ese Natus, o como se llame, dígame. ¿cómo narices vamos a explicar a nuestros votantes que hemos gastado millones de Euros en una gamba?. De ningún modo. Usted, el inglés. Se me acerca a Mercadona y me trae ahora mismo el pulpo más grande que tengan. Verán la masa amorfa en el fondo de la pecera y les diremos que el alien no ha sobrevivido. Y usted, Cazzamani, deshágase de la criatura.

El presidente abandonó la sala junto a su séquito, dejando al doctor Enzo mirando pensativo al Aristeus. Alex se acercó y colocando la mano sobre su hombro, partió hacia el supermercado, pero Cazzamani parecía mudo, con dos remolinos girando veloces en la cuenca de sus ojos,  abducido por los infinitamente negros ojos de la gamba, cuya voz resonaba en su cerebro:

-          “No existe aquello que los humanos llamáis verdad o mentira. Son simplemente dos estados de percepción diferentes que coexisten sin antagonismos en una realidad global cuántica. ¿No es acaso cierto?”.
-          Si, mi amo – respondió Enzo al silencio de la sala.
-          “Busquemos otro lugar, Sé cuándo a uno no le quieren.”

Enzo se unió al buffet con mirada ausente, estúpida sonrisa y el pequeño Aristeus nadando en una ponchera nerviosamente, contemplando con curiosidad el mundo que le rodeaba. De pronto, apareció el horror. Una fuente llena de sus hermanos, cadáveres enrojecidos cocidos en salmuera y servidos sobre hielo, era devorada con ansia por una multitud de humanos flatulentos de bocas babeantes y manos pringosas. Las antenas del Aristeus se atiesaron de puro pánico: - “ ¡Dios mio,! ¡Les arrancan la cabeza y  succionan el seso! ¿Qué tipo de monstruo, error de la naturaleza haría eso?”. Cazzamanni no contestó. Alcanzó la salida y abandonó el lugar  a toda velocidad, mientras el pequeño ser, instalado sobre el salpicadero del vehículo, temblaba de pánico en la ponchera.

Las informaciones disponibles a partir de entonces son confusas. Existe constancia de que el doctor y la criatura embarcaron en un ferry  hacia las Pitiusas cerca de la medianoche. Al llegar a los límites de la plataforma continental, Cazzamani liberó al Aristeus arrojando la ponchera desde cubierta. Este desapareció en silencio entre las negras aguas, calmando la voz en el interior del cerebro de Enzo. Sus recuerdos, problemas y preocupaciones desaparecieron hasta el punto de que, al arribar las islas, todos se sorprendieron de su semblante pálido y alucinado,  especialmente tratándose de alguien que llegaba a la fiesta en lugar de marchar. Pero después de su festín de trébol y raygrass pastando en el parque municipal, se convirtió en atracción pública, respondiendo con embestidas a cabezazos y bramidos de berrea ante cualquier intento de interrogatorio. 

Transcurrieron los meses y el invierno dio paso a la primavera, fecha en la que comenzaron a producirse algunos sucesos clasificados. Ramón, pescador de la cofradía de Denia desde más de veinte años izó las redes con el mismo resultado que acontecía desde hacía meses. Ni una sola gamba. Aquella carencia de presas, atribuida por los expertos a razones naturales, climáticas o de sobrepesca, no tenía mucho sentido a 600 m de profundidad. En esa zona no existían predadores naturales para la gamba. Solo el hombre y sus burdas incursiones. De seguir así la pesca, lo mejor sería vender el barco y dedicarse a  la naranja.

De pronto, un nutrido grupo de crustáceos asomó sus cabezas sobre las agitadas aguas. “- Por fin un poco de suerte”, pensó Ramón mientras asía la soga de la nasa y la arrojaba por la borda. Pero al asomarse para contemplar el resultado de su captura, las gambas habían desaparecido. Un zumbido le advirtió de cierta presencia extraña. Al darse la vuelta, contempló al enjambre de Aristeus, esta vez alados, que flotaban en el aire escrutándole con mirada ignota.

“- Esclavo humano. Llévanos ante tu rey”.

El mundo pareció difuminarse bajo los ojos de Ramón en un revuelo de gaviotas devoradoras de gambas, afanadas en una mariscada voladora. Pero una de ellas consiguió escabullirse bajo la gorra de Ramón. Las gaviotas se abalanzaron en vuelo rasante contra la cabeza de Ramón propinándole varios picotazos en la tonsura mientras éste trataba de espantar a las aves a manotazos. De pronto sintió una nausea que dobló su cuerpo contra la borda, evacuando el desayuno y una ristra de ocho intestinos adheridos a la glotis que rebotaron en el aire y desaparecieron en la boca enrollándose como matasuegras.

El pescador levó anclas rumbo a puerto. Tras el atraque y desembarco se cruzó en la dársena con Nicolás, hermano cófrade, que tras el saludo no pudo menos que asombrarse por el tremendo catarro que su colega arrastraba, con una suerte de tentáculos bucales que la manaza de Ramón no conseguía contener. Sin duda, su compadre mostraba un comportamiento extraño, pues al cruzarse con una pareja de novios chinos haciéndose fotos para el book con los barquitos de fondo, el cófrade se puso a olisquear la entrepierna de la novia para después devorarla de un trago con ayuda de los tentáculos mientras el novio huía despavorido a avisar a la policía. Cuando los agentes llegaron, Ramón parecía dormitar recostado en un bolardo del muelle, pero al moverle descubrieron que del pescador solo quedaba la piel, sirviendo de nido para cientos de gambas apretujadas. Los agentes, desconcertados, consultaron el manual, el cual no decía nada sobre gambas, de modo que trasvasaron a los crustáceos, aún vivos, a un cubo y los llevaron a la lonja, donde el agradecido pescadero les soltó una pasta. Finalmente no iba a ser necesario sustituir el Aristeus Antennatus por Parapenaenus Longirostris, también conocido como gamba de Huelva. 


Llegó el día del Concurso Internacional de Cocina Creativa de la Gamba Roja, celebrado en el mercado municipal de Denia. El exobiólogo  Alex Norton, amante de la gastronomía, era asiduo al certamen. Una concentración de cocinas-caravana se extendía por la ciudad. En uno de los puestos servían gamba roja en salazón con espumarajo de cebollino, caspa de almendra rallada, cítrico amarillo y caviar de aceite de oliva virgen extra, con la cabeza pincelada en aceite de argán y ligeramente bronceada mediante lupa. Al examinar la fisonomía del decápodo, Alex creyó reconocer en el ejemplar esos ojos profundos del Aristeus de su experimento.

Este podría ser el final de la historia, o quizás no, pues a unos kilómetros de la costa, en las noches de luna nueva, un tenue resplandor parece emanar de las profundidades. Científicos marinos atribuyen el fenómeno a bioluminiscencias, pero también hay pescadores que afirman la existencia de una civilización sumergida, escondida en el interior de la roca, que espera su oportunidad para dominar el mundo de los hombres.