Rosa esperaba a su hijo en medio de un patio adoquinado frente al
faraónico edificio de una importante empresa constructora. Había llegado
acalorada tras un viaje en metro y diez minutos de paseo, pero ahora
comenzaba a tener frío y un desasosiego la forzaba a consultar el reloj
cada vez con más frecuencia. Finalmente le vio acercarse corriendo
desde el fondo de la calle. Subió las escaleras y la besó en la
mejilla.
- Llegas tarde, Manuel.
- Perdona, mamá. – exclamó el muchacho entre jadeos - Es que a estas horas es casi imposible aparcar.
- A ver que te mire…- dijo Rosa sonriendo mientras sus manos
regordetas retocaban el traje de ejecutivo que aquel día vestía su hijo.
- Tienes la corbata torcida. Arréglate ese pelo. Estás muy guapo.
- ¿Entramos?
Rosa asintió con una sonrisa y juntos cruzaron las puertas giratorias
hasta el mostrador donde se hallaba el vigilante. Tras identificarse y
atravesar el escaner tomaron el ascensor hasta la tercera planta, en
donde una secretaria les aguardaba.
- Buenos días. – exclamó el joven - Soy Manuel Rodríguez. Vengo
a la entrevista de trabajo para el puesto de jefe de obra.
- Muy bien. – respondió la secretaria mirando a Manuel por encima de las gafas. - ¿Ha traído su curriculum?
- Si señora. Aquí lo tiene
- Y yo soy su madre. – añadió Rosa arrimándose al mostrador.
- Encantado de conocerla, señora – respondió la secretaria
esgrimiendo su sonrisa mas standard. - Por favor, siéntense. Si me
disculpan un momento voy a llevar la documentación al jefe de personal.
La secretaria desapareció tras la mampara de archivadores mientras Rosa
y Manuel se acomodaban en unos bancos metálicos junto a la puerta de la
sala.
- ¿No te parece raro que te hayan pedido venir a la entrevista con tu madre?
- Pues la verdad es que resulta extraño.-respondió Manuel
mientras rebuscaba entre las revistas apiladas en la mesita - Pero ya
sabes que este tipo de procesos de selección son cada día más complejos.
Al cabo de unos minutos la secretaria reapareció:
- Síganme por favor. El Sr. Guzmán les recibirá ahora.
Tras un laberinto de mesas y pasillos llegaron a un amplio despacho
donde aguardaba un hombre de mediana edad en un despacho con carpetas
amontonadas en las esquinas.
- Buenos dias. - Por favor, tomen asiento.
Rosa y Manuel se sentaron frente a la mesa mientras el Sr. Guzmán se concentraba en la lectura de unos documentos.
- Bueno, veo que en cuanto a la formación académica es Vd.
Titulado por la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos de
Madrid con un doctorado. Idiomas Inglés y Francés. Carnet de conducir y
disponibilidad para viajar. Con experiencia en edificaciones y obras.
- Así es.- respondió Manuel - Y como podrá ver en mi
currículum también tengo un Master de postgrado en ingeniería civil y
dirección de empresas.
- Sus características encajan con el perfil que estamos
buscando para el puesto. Pero todavía es necesaria una última prueba
para completar el expediente. Para ello, debido a la delicada naturaleza
de dicha prueba y por recomendación directa de nuestro servicio
jurídico, le ruego firme este impreso con su consentimiento así como un
acuerdo de confidencialidad en el que se compromete a no divulgar por
ningún medio las características de nuestro proceso de selección.
- Claro. – dijo Manuel dibujando sobre el papel un garabato
sin apenas leerlo. Lo que sea necesario. Estoy a su disposición.
- Usted también debe firmar, señora.
- Aquí, Mama... Detrás de la línea de puntos.
- Bien – masculló Guzmán mientras colocaba el documento firmado
a buen recaudo en el fondo de una carpeta. - Como sabe el puesto
requiere un carácter decidido para tratar con los proveedores, los
cuales deberán aceptar necesariamente las condiciones incluidas en sus
contratos de obra tanto en lo referente a las cláusulas de penalización
como a la dilatada forma de pago que nuestra empresa tiene por norma.
Por otra parte, el jefe de obra que buscamos debe ser capaz de lidiar
con los empleados y sus reivindicaciones. Todo ello dentro del actual
marco socioeconómico de austeridad presupuestaria que en ocasiones puede
requerir medidas adicionales destinadas a prorrogar facturas o
actuaciones enérgicas por encima de consideraciones personales o
afectivas. ¿me sigue Vd?.
- Por supuesto. – asintió Manuel - Estoy completamente de
acuerdo con sus requisiciones y creo asegurarle que yo soy el candidato
adecuado para el trabajo.
- Bueno. Eso vamos a comprobarlo ahora mismo – respondió Guzmán
clavando los codos sobre la mesa del despacho. La siguiente prueba
tiene por objeto comprobar su firmeza de carácter. ¿Está preparado?
Manuel asintió mientras miraba a Guzmán con fijeza.
- Quiero que mire a su madre a la cara y que la insulte.
- ¿Cómo dice..? – exclamó Manuel en medio de una risa nerviosa
- Ya me ha oído – respondió Guzmán con semblante serio.
Manuel, sonriente, se giro hacia su madre y gritó levemente:
- ¡Tonta!. ¡Fea!. ¡Gorda!……..
Guzmán, visiblemente decepcionado, movió la cabeza en gesto de desaprobación.
- Me temo que no encaja Vd. Con el perfil que estamos buscando.
- No espere. – dijo Manuel tragando saliva mientras concentraba
la mirada en el rostro de la sorprendida Rosa. - ¡Madre. Siempre has
sido una inculta, una paleta de pueblo que jamás ha conseguido de pasar
de chacha en su propia casa. Te ha pisado tu marido, te pone los cuernos
descaradamente y tu tragas sin soltar una palabra. Nosotros, tus hijos,
te despreciamos. Las vecinas se ríen de ti cuando pasas.
Rosa miró a su hijo con incredulidad.
- Todavía no estoy convencido. – dijo Guzmán juntando las
manos mientras contemplaba desde detrás de su mesa la improvisada
escena - Quiero más pasión. Temperamento. Determinación.
- ¡Vacaburra! ¡Puta miserable!. –dijo Manuel mientras cogía a
Rosa de los pelos y la arrojaba al suelo de un tirón - ¡Me das
ascooo……!
Cuando Manuel comenzaba a pegar a su madre puntapiés en el estómago,
Guzmán le tomó del brazo mientras con la otra mano ayudaba a rosa a
levantarse del suelo.
- Enhorabuena joven. Es suficiente. El puesto es suyo. Puede
comenzar el próximo lunes. Encantado de conocerla, Señora. ¿Quiere Vd.
Un pañuelo?.
Mientras buscaban la salida a través del laberinto de pasillos de la
tercera planta, Rosa, con la permanente totalmente desgreñada y la
pintura de ojos arrastrada por las lágrimas no paraba de sollozar.
Finalmente, al abrigo del hilo musical del ascensor, Manuel esbozó una
disculpa:
- ¿Estás bien, mamá?. Vale. No llores ya pasó todo. Te
agradezco que me hayas ayudado. Ya sabes lo difícil que está hoy en día
encontrar un trabajo.
Permanecieron en silencio hasta alcanzar la salida, en donde el frío
aire de la calle pareció devolverles la cordura perdida. Y mientras
Manuel abandonada a la magullada Rosa en medio del patio adoquinado tras
propinarla como Judas un beso en la mejilla sin acercarla siquiera a
las inmediaciones de la boca del metro, la mujer se preguntaba como era
posible que ella, una dama honrada y piadosa, amante de Dios y que nunca
faltaba a misa un solo domingo, hubiera parido a semejante hijo....
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