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domingo, 26 de febrero de 2012

6. - MORADA DE DEMONIOS - VIAJE AL PASADO 1


  Cesar no dormía aquella noche. Permanecía sentado  junto a una hoguera, canturreando para sus adentros. La luna llena clareaba la llanura. Tras la loma del monte vio llegar a Salvador, seguido de Manuel y Antonio. Estos dos últimos llevaban arrastrando entre los dos a Tomás.  Tras ellos, una multitud de vendimiadores curiosos se asomaron sobre la loma, guardando las distancias. Salvador y sus amigos saludaron a Cesar al llegar y se sentaron junto a la hoguera.

-         Don Cesar. Hemos encontrado a Tomás vagando por el campamento de noche. Nos asustó a todos. Parecía como poseído. ¿Podría quizás Usted echarle un vistazo? –suplicó Salvador mientras sus compañeros sentaban al sonámbulo junto al fuego de la hoguera.

Cesar se acercó a Tomás y le puso en la frente la palma de su mano derecha. La mano del anciano estaba fría y su contacto le alivió momentáneamente de la migraña que atenazaba sus sienes.

-         A este muchacho le acompaña un espíritu – afirmó lacónicamente

-         ¡Se comportaba como un animal! – gritó Manuel. - ¡Nos asustó mucho!.

El viejo indio miró con indiferencia a Manuel, pidiéndole que bajara a las tiendas y trajera un cubo con algo de agua. Este obedeció alejándose a toda velocidad. Después centró nuevamente su atención en Tomás, escrutándole el globo ocular mientras apartaba los párpados y examinándole la boca.

-         No es la primera vez que te ocurre, ¿Verdad, muchacho?

-         No, don Cesar. Padezco de este mal desde hace algunos meses. Pero solo cuando la luna llena brilla. ¿Qué piensa Vd. Que puede pasarme?

-         Mi querido muchacho. Desde la más remota antigüedad existen historias como la tuya, de hombres transformados en bestias cuando la luna llena brilla en el cielo. ¿No me digas que nunca las has oído?.

-         Pero yo no me convierto en bestia. Sigo siendo yo. Solo que me comporto de un modo extraño que no puedo controlar. Soy sonámbulo.

-         Lo que  ocurre, Tomás, es que un espíritu  extraño te domina. Posee tu cuerpo. Porque, aquellos instantes en los que tu cuerpo vaga sin control, alguien debe tomar el dominio sobre ese cuerpo para poder saltar, correr, huir, gruñir , luchar o incluso matar. Y ese alguien no eres tú. Desapareces y él aparece reemplazándote. ¿Entiendes lo que digo?.

- ¡Dios mio! – Tomás se echó las manos al rostro, sollozando - Esto no me puede estar pasando. No puede ser real.

-         ¿Real dices? –  respondió  Cesar riendo con ánimo tranquilizador. – Desde luego, para ti si que lo es, muchacho. Quizás en algún momento, descubras que la realidad es un  árbol de muchas sombras. No existe una realidad única, solo el universo. Lo que llamamos realidad los humanos es el modo en que cada uno de nosotros percibe ese universo dentro de su propio círculo. Pero, por naturaleza, somos egocéntricos. Y sin apenas darnos cuenta decidimos que, tal y como  entendemos nosotros ésta realidad, así debe ser para todo el mundo.

Mientras escuchaba a Cesar, Tomás observaba a Salvador y Antonio dialogando entre ellos. - Esa chica rumana de ojos negros está enamorada de mí. Lo noté por cómo me miraba.- decía Antonio – Deberíamos ponernos a cubierto. ¿Te has fijado qué nubes?. Creo que vá a llover.- Interrumpía Salvador. Manuel llegó corriendo con el agua y se unió a la conversación. ¿Os dáis cuenta? - ¡Paseaba desnudo por el campamento!.

-         Creo que le comprendo, Don Cesar. Cada uno de nosotros tenemos pensamientos diferentes y por ello, percibimos la realidad de modo disinto. ¿No es así?

-         No exactamente. – prosiguió el anciano- . El arte pictórico demuestra que en general los humanos captamos los mismos colores, la comunicación verbal es un claro indicio de que escuchamos los mismos sonidos y lo mismo sería extensible quizás a los demás sentidos, por lo que la percepciones que recibimos son, si no iguales, al menos parecidas. Pero  la realidad es tan vasta, rica y extensa que no somos capaces de guardar de ella sino una mera perspectiva. Esa perspectiva que recibimos, la filtramos después a través de nuestro cerebro, el cuál se encuentra adiestrado, especializado y condicionado por la civilización a la que pertenecemos y por la educación que hemos recibido. Si algo nos distingue de los animales, es precisamente esta especialización. Nos han enseñado a percibir el mundo por medio de moldes, a poner un nombre a cada color, cada animal, cada cosa  que se cruza en nuestras vidas y en general, a sobrevivir en una realidad común que entre todos hemos inventado.  Aquello que se escapa a nuestra razón, simplemente  es ignorado, hasta que, un buen día, la ciencia humana lo descubre y cataloga, formando desde entonces parte de nuestro mundo, de nuestra civilización o nuestra cultura. No somos capaces de recibir sin más la información que el mundo dimana y aceptarla tal y como nos llega. Eso es lo que hacen los animales. Hemos de moldearla a nuestra imagen y semejanza. Sin embargo existen métodos eficaces para alterar la percepción. Una ventana abierta a algo totalmente nuevo. Algo que en esa realidad cotidiana que hemos catalogado,  simplemente no existe.

-         ¿Métodos?.- Preguntó Tomás boquiabierto. - ¿Cuales?

Cesar abrió la pequeña faltriquera que llevaba colgada de la cintura y extrajo delicadamente del interior un pequeño pellizco de hierbas, con el que llenó el cuenco de su pipa. Después se agachó sobre la hoguera  y asió un palo en ascuas que usó para prender la hierba entre intermitentes chupadas.

-         ¿Cuáles? – exclamó tosiendo a causa del humo.- Métodos naturales. Plantas medicinales,  sustancias animales. O incluso sustancias orgánicas sintetizadas en un laboratorio. Pero ello nos lleva a otra abstracción interesante. Algo quizás exclusivo del ser humano. La verdad.

-         ¿Y cuál es la verdad?. – Tomás se revolvió hacia el anciano nuevamente lleno de angustia.-  Dígame. ¿Soy un monstruo? ¿Una criatura abominable extinta en el mundo que ha regresado del infierno?.

-         No necesariamente – Cesar ahogó una risa y le  miró con ojos de perturbado. – Realmente, no pareces demasiado peligroso. No te creció el pelo ni las uñas y tus dientes siguen en el mismo lugar y son de la misma longitud. Pero si, realmente quieres conocer tu otro yo, tu Nahual , el animal o espíritu que llevas dentro, entonces deberás atreverte a dar un nuevo paso.

Mientras conversaban, Tomás vió aparecer tras la loma de la colina al sindicalista y a un nuevo grupo de trabajadores entre los que se encontraban los rumanos que hacía un rato habían querido lincharle. Tras ese lapsus, reanudó la conversación retomando las reflexiones de Cesar.

-         Sinceramente, el paso que vd. Me ofrece me asusta bastante. Si se refiere a tomar una droga para liberar mi yo interior, o como quiera que se llame, ya lo experimenté antes sin otro resultado que perder nuevamente el control para después no recordar absolutamente nada.

-         Sin duda, no estabas preparado en aquel momento –respondió Cesar mirándole con unos ojos en los que las pupilas parecían haber desaparecido, mientras fumaba plácidamente sus hierbas .- Pero esta noche, percibo en ti un cambio interesante. Una posibilidad de viajar al otro lado. Al mundo en donde tu espíritu habita.

-         ¿Se refiere a esas hierbas que fuma?.- dijo Tomás mientras tragaba abundante saliva.- ¿Qué son?. ¿Y que pasa si no funciona?.

-         Esas son varias preguntas –respondió Cesar riendo nuevamente.- Esto que fumo son hierbas de mi tierra natal que me ayudan a ver las cosas desde otro punto de vista. Aderezadas, eso sí, con unos pequeños hongos llamados Psilocybes que le dan un puntito de color. En cuanto a lo que ocurriría si te las fumas, podría decirte que algo parecido a lo que le ocurrió a una niña llamada Alicia cuando cruzó al otro lado del espejo.

-         ¡No suena tan mal!.- exclamó Tomás totalmente aterrado .- En fin. ¡Vamos allá!.

-         ¡No tan rápido, muchacho!.  Primero debes conocer el camino que has de seguir. De otro modo, únicamente te fundirás en una nube de colores y en nada ayudarás a tu propósito.  Tu camino es aquel. – Cesar alzó el brazo y señaló a la luna llena.- Ese astro es el vínculo que te une al ser que te domina. Y, como en el cuento de Alicia, también necesitamos un espejo. ¡ Manuel!. ¡Trae el agua!.

Manuel se levantó rápidamente y, obedeciendo órdenes, depositó el cubo de agua a los pies de Tomás. Después se sentó en el mismo lugar que ocupaba.

-         Ahora debes escucharme con atención, Tomás. –indicó el anciano.- Fumarás de mi pipa sólo hasta que yo te lo diga. Después cerrarás los ojos y quedarás dormido. Cuando yo te lo ordene, abrirás los ojos y buscarás en el cubo la imagen de la luna. Después, te asomarás lentamente al interior. El agua reflejará tu verdadero rostro. ¿Has entendido?.

Tomás cerró los ojos y asintió. El viejo indio le alargó la pipa y el muchacho comenzó a consumir  el contenido a pequeñas chupadas. Cesar le indicó que llenara sus pulmones con el humo de la pipa, reteniendo el humo en su interior y así lo hizo. Pronto comenzó a sentir un cosquilleo que le atravesaba todo el cuerpo. Era como si, de repente, una fina telaraña que le envolvía el rostro y las manos fuera lentamente desprendida de su piel.

Cuando Cesar lo consideró suficiente, le arrebató a Tomás la pipa y le instó a abrir los ojos. Al abrirlos, Tomás sintió que un mundo de luces y colores se abría a su alrededor en plena noche, pero siguiendo las instrucciones del viejo indio, se arrastró hasta el cubo en donde se afanó en buscar la imagen de la luna. El agua cambiaba de color, del rojo vino al verde luminoso cada vez que, agitada por su temblorosa mano, el espejo que formaba su superficie era alterado, pero finalmente consiguió enfocar la luna que reverberó en el centro del cubo. Después, lentamente, sintiendo su cuerpo como una masa de carne amorfa, se arrastró lentamente y observó aterrorizado la figura que se reflejaba en el agua.

Aquella imagen, reflejada en el espejo que formaba el agua no ofrecía duda. Primero aparecieron las orejas puntiagudas, seguidas de unos ojos negros y amarillos que parecían observarle desde la ultratumba y de una cabeza cubierta de pelo gris, con una mancha blanca bajo los ojos. Finalmente, apareció un hocico alargado y puntiagudo, coronado por una negra nariz. Después, una larga hilera de afilados dientes.

Aquello, sin duda, era un lobo.

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